El pasado martes la Luna nos mostró su bello corazón, una hermosa planicie
situada entre los montes Apeninos y Arquímedes cuya forma geométrica recuerda a este símbolo tan especial. Las horas siguientes al cuarto creciente la luz del sol comienza a inundar la planicie,
lo interesante es que la sensación de corazón enseguida salta a nuestros. Sus límites aparecen bien delineados con lo que parecen una serie de montículos que destacan con algo más de luz que el
fondo. La imaginación se
dispara: parecen piedras blancas de río colocadas una a una como si se quisiera dejar un mensaje en la orilla de la playa.
Este corazón, por bonito que parezca no tiene realmente un nombre tan romántico, se trata del Palus Putredinis o Pantano de la podredumbre... si, lo sé, la magia se acaba de romper con el olfato.
Aunque su popularidad reside en el hecho de que aquí fue el lugar donde la humanidad lanzó su primer objeto: la sonda soviética Luna 2 (1959)... después en 1971 llegó la nave tripulada Apolo
15.
El terminador de la Luna durante la fase creciente está plagado de
curiosidades, estoy segura de que hoy muchos hemos podido echar un vistazo a este rincón de nuestra compañera de viaje. En la orilla del terminador asoman varios de los fenómenos ópticos más
conocidos: la X del tesoro, la V de los Vapores (nunca mejor dicho, menuda racha de nieblas llevamos) y el hermoso corazoncito selenita. Estos breves momentos en los que la luz cae rasante y
forma estas figuras tan simpáticas siempre sorprende, y la X es la que se lleva la palma. Destaca como
una enorme diana que dice: "aquí, tienes que mirar aquí... "
Si te quedas unos minutos observándola te darás cuenta de cómo va cambiando su silueta, los límites entre la luz y la sombra rompen dos de las patas de la X haciendo que poco a poco esta deje de
ser simétrica.
Me hubiera quedado mirándola mucho más tiempo pero la humedad comenzó a empapar todo y, bueno, el gato se moría de ganas de meterse en el tubo del dobson y ya sabéis lo insistentes que son. No le
dejé, faltaría más, pero a la segunda le pillé "asomando" los bigotes por el borde del tubo. Bueno, no ha estado nada mal después de tantos días sin ver nada de cielo... y ahora que la humedad se
corta con cuchillo va siendo hora de volver a cenar.
La imagen la tomé asomando el teléfono entre vistazo y vistazo con el ocular Ethos de 13mm (Dobson 16").
Estas dos imágenes fueron tomadas muy próximas al cuarto creciente, una el 14 de abril y otra el pasado 6 de diciembre, las sombras que proyectan las montañas cambian de una a otra, dejando más expuesto a la luz el corazón en la primera.