La puesta de Sol se presentaba tormentosa, se levantó mucho viento y remolinos de tierra como pequeños tornados. Entonces el Sol comenzó a teñir el horizonte de oro y nácar...
A medida que el Sol descendía el dorado se convirtió en naranja con tintes de fuego... ¡cuánta belleza!
Aproveché que Fernando estaba viendo los campos para pillarle distraído...
Cuanto más bajaba el Sol más se contrastaban las nubes... poco después se sumergía en el mar que éstas formaban en el horizonte.
Justo a nuestra espalda estaba el observatorio de La Hita y sobre él destacaba el Cinturón de Venus con ... ¡La Luna! Hasta que ésta no estaba a suficiente altura no nos dimos cuenta que allí estaba por la densidad de la atmósfera.
Grupo en AstroHita observando galaxias
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