Comienza la aventura.
Salimos temprano cargados hasta las orejas con el Terrano. Llevábamos el Dobson 16” y el FSQ106ED completo, así que podéis imaginar cómo iba el coche. Llevamos ropa de abrigo para la noche y la comida para el viaje… aunque realmente la ropa casi no nos hizo falta ya que no bajamos de los 18ºC por la noche.
El viaje fue largo y para colmo la carretera de Andalucía estaba llena de cortes por obra, desvíos y camiones. A la altura de la Carolina nos desviamos para atajar por Úbeda. Al llegar paramos a comer, hacía ya un calor sofocante y nos resguardamos en un parque a la entrada; aun a la sombra de los árboles el bochorno era asfixiante. Seguimos la marcha. A partir de aquí el paisaje era espectacular, montañas recortadas de formas caprichosas y enormes extensiones de tierra que parecían un desierto, con cárcavas y agujas. Comenzamos a subir cuestas empinadas, y a la altura de Quesada paramos para descansar y evitar que se recalentara el coche. Coincidimos con Paco a la altura de Pozo Alcón.
Partimos ya con ambos coches y poco antes de entrar en Baza vislumbramos el Observatorio de Calar Alto. Al llegar compramos pan y comida para todo el fin de semana. En principio íbamos a ser cuatro pero el compañero que esperábamos finalmente no pudo venir.
Salimos de Baza y partimos para Benacebada. El paisaje era espectacular, nada más salir de la carretera el entorno comenzó a cambiar, la temperatura se estabilizó y mejoró mucho. Habíamos traído una temperatura media de 38ºC, fuera del coche el aire abrasaba hasta quitarte el aliento, nos sentimos como pollos en un horno. Las cúpulas del observatorio se veían con mucha más claridad, aunque después nos metimos en el valle y dejamos de verlas.
El camino era todo de tierra, a medida que subíamos el paisaje cambiaba: era todo muy verde y lleno de árboles frutales, especialmente guindos. Éstos cambiaron a medida que fuimos ascendiendo metros… hasta alcanzar la cota del pueblo, entonces apareció un paisaje hermosísimo, verde y lleno de praderas, agujas salpicando las cimas… Poco antes de llegar al pueblo paramos en un cruce, por esa pista que ascendía se llegaba al cortijo que estaba a más altura y a la parte más alta de la zona, desde allí contemplaríamos un paisaje espectacular e inolvidable, pero os lo describiré más adelante.
El último tramo de acceso a Benacebada estaba asfaltado, y curiosamente había un habitante en mitad de la calzada. Una culebra, le hice fotos para tratar de reconocerla, pensábamos que estaba muerta por el calor pero al levantarla Fernando con cuidado con un palo vimos que se movía aun. La sacamos del camino para que no corriera peligro y continuamos los últimos metros que nos separaban del pueblo.
El pueblo nos sorprendió muchísimo. Está casi en lo más alto de la montaña (unos 1600 mts de altura aproximadamente) pero resguardado en un pequeño valle, junto a él esta el pequeño pueblo de Bailén (llamado así por los hermanos Bailén que lo crearon). Entre ambos no deben sumar más de 3 docenas de casas, todas blanquitas, y al bajar del coche y ver el espectáculo nos sorprendió una sensación maravillosa: estábamos en absoluto silencio. Bueno, algunos sonidos llegaban a nuestros oídos: insectos volando, algún que otro pájaro, y prestando más atención… un arroyo de agua. Era una sensación paradisíaca, de una increíble paz interior, con una suave brisa que nos envolvía y nos relajaba.
Contemplamos el pueblo y las casas, una de ellas es la de Ángel y Rosario: los artífices del pueblo, todo lo han hecho con sus manos, les conocimos esa misma tarde y solo puedo decir que son una pareja fascinante, increíble, trabajadores, y con una capacidad de superación que pocos tienen, lo que no saben lo aprenden, pero ¿qué no saben? Disfrutamos mucho con ellos y su compañía. En su huerto pudimos ver flores y rosas de varios colores, frutales, fresas… guindos, y lo más alucinante: un Pinsapo.
Comenzamos a descargar el coche: la comida, la ropa…el cortijo donde pasaríamos el fin de semana era precioso: con su chimenea, cocina, dos baños, tres habitaciones y un gran salón. Lo curioso de todo fue cuando nos dijo Paco: aquí todo va a 12 voltios. La nevera, el fluorescente, la cocina, las bombillas… todo. Con sus placas solares, su televisión… nos quedamos impresionados. Algo que nos fascinó de la estancia allí, una de las muchas cosas, es lo bien que olía a nuestro alrededor. La naturaleza lo inundaba todo en todos los sentidos.
Descansamos después del viaje y el desembarco de comida, para refrescar las cervezas Paco llenó el lavabo del baño con hielos y metió todas las latas… en pocos minutos estábamos brindando por el fin de semana que teníamos por delante.
El cielo se mostraba algo sucio y con rachas de viento muy agradable por la temperatura pero malo para observar. Había mucha calima y bruma, esta noche la aprovecharíamos para descansar. Cenamos un poco de tomate aliñado, queso…y pasamos la noche de tertulia comentando lo increíble del lugar y hablando de los objetos que observaríamos las próximas noches. Según el parte meteorológico la noche del viernes mejoraría pero la del sábado sería más espectacular aún.
Salimos de vez en cuando a ver el cielo, va abriendo poco a poco. Estamos algo deslumbrados pero conseguimos ver recortada la montaña y algunas estrellas.
Fernando camina por la calle hasta alcanzar el final y se topa con un gallinero. Se da cuenta que hay destellos y resplandores que no se corresponden con su linterna y le tiene intrigado, apaga la luz y se da cuenta que hay alguien con su propia linterna por ahí escondido y se pega un susto. Jajajajaj resulta que es la señora que vive allí todo el año y que según nos dicen está un poco loca, vive con unos horarios extraños y hace cosas a medianoche y a oscuras. Menos mal que nos habían avisado de ella sino el susto de Fernando le hubiera puesto el pelo blanco.
Al rato de estar allí fuera vemos que las nubes van desapareciendo a toda velocidad, cada vez se ven más estrellas y la Vía Láctea empieza a ser fácilmente visible. Cada vez nos vamos acostumbrando más a la oscuridad y el cielo nos va dejando sin habla. El viento seguía fuerte, ideal para dejar el cielo limpio en un par de días de la bruma y el polvo de estos días. Sacamos el SQM-L para medir la calidad del cielo y nos dio: 21:60.
Solo de pensar en cómo se iba a quedar el cielo nos daban escalofríos.
Volvimos a la casa y nos acostamos agotados de las emociones del día.
Nos despierta el canto de un gallo afónico…una risa. Hemos dormido profundamente. Nos acercamos a casa de Ángel y visitamos su taller. Se está haciendo una barbacoa, es increíble todo lo que hace con sus propias manos. Charlamos mucho rato y pensamos en subir a las montañas para visitar el cortijo que se está haciendo a más de 2000 metros de altura.
Como tenemos el coche cargado con todo el equipo decidimos guardarlo en un garaje para que quede protegido del sol y el calor.
Nos montamos en el Toyota de Ángel y subimos los tres charlando alegremente, nos cuenta muchas aventuras vividas allí desde que era pequeño, las leyendas, los cambios en la historia
Después de un rato subiendo cuestas muy empinadas alcanzamos el destino con unas vistas increíbles: un lugar llamado 4 agujas, a unos 2100 mts de altura. Desde aquí vislumbramos el Cabo de Gata, Almería, Sierra Nevada, Sierra de los Filabres, Baza y mucho más… Al sur de donde estamos se ve el parque eólico que hay en la carretera que lleva a Almería. El punto más alto donde estamos es una aguja formada por pizarras, lascas, cuarzos…. La vegetación es sorprendente, y nos rodean mariposas de múltiples especies. Trepamos a lo más alto y hacemos fotos panorámicas. Bromeábamos los cuatro y aprendimos mucho de cómo se vivía en la zona, sobre todo en la época del invierno duro. La cantidad de veces que ha tenido que ir Ángel a rescatar coches que se quedaban atrapados por salirse del camino. A esta hora (las 13:00 aprox) es muy difícil ver a los ciervos, hay que esperar a la puesta de sol para verlos. Vemos una piel de jabalí en el camino y al poco de seguir subiendo aparece el Observatorio Astronómico de Calar Alto a la vista. Nada más llegar a lo más alto vemos el cortijo de Ángel en un bellísimo paraje. Está tan camuflado con el entorno que cuesta verlo, además se encuentra rodeado de agua y fuentes que dan un verdor mágico a la zona. Este lugar se conoce como Casa Amalio. Tiene un enorme huerto de patatas, cebollas, habas… y mucho más. Nos enseñó la planta del poleo, que huele de maravilla. Me fascina el silencio de la zona.
Volviendo por el camino sentimos un volantazo y escuchamos a Ángel decir: “¡ay qué se me va!”. El coche se sale del camino violentamente y nos agarramos sin saber lo que pasa, no nos ha dado tiempo a darnos cuenta de nada… pero enseguida comprendemos que es una broma. Nos despeñamos cuesta abajo… “de forma controlada”.
Hay un camino para todo terreno marcado y nada más comenzar puso la reductora del 4x4 y él solo comenzó a bajar casi al paso de persona. Ángel se sale del coche y comienza a andar a nuestro lado, voceábamos de broma como si estuviéramos asustados: noo entra! Jajajaj y el coche seguía caminando sin salirse del camino.
Bajamos directamente al pueblo por el camino directo, en vertical, la pendiente era tremenda, es increíble lo que estos coches pueden hacer. Llegamos al pueblo, o literalmente caímos al pueblo. Aparecimos en la zona de la piscina, junto al arroyo. Visitamos la zona que está llena de guindos y cerezos cuajados de frutos. Están riquísimas, hacemos fotos a las mariposas y a los insectos, terminamos el paseo bajo los chopos y volvimos a la casa.
El día fue sensacional, el cielo aun se mantenía lechoso pero prometía; sacamos los telescopios para enfriarlos y descubrimos que el buscador del Dobson se había desmontado del traqueteo del coche. Nos lo llevamos a casa para arreglarlo y charlamos sobre el tipo de vida que tienen en el pueblo. Es increíble, son totalmente autosuficientes, alimento, huertos, agua, electricidad, fosas sépticas… todo con paneles fotovoltaicos y baterías a 12V. Según nos comentaba hasta hace pocos años aquí aún vivían del trueque, patatas por habas… y así.
A las 14 horas estábamos en casa haciendo la comida.
Queríamos hacer arroz con codornices pero como empezamos tarde tocó hacerlo algo rápido, Paco lo llamó “Arroz a la Prisa”. Mientras los chefs se ponían manos a la obra en la cocina yo revisaba el planning de observación de la noche sobre la mesa. La verdad es que el arroz le quedó de rechupete. Nos pusimos ciegos. Brindamos con cerveza fresquita y acordamos por unanimidad echarnos un buen siestorro…
Tras la siesta subimos a las afueras del pueblo a montar los equipos en unas plataformas que hay a la entrada y que quedan bastante elevadas. Son muy accesibles y están cerca del garaje del coche.
Sacamos el Dobson y el Taka y los colocamos sobre unas lonas para protegerlos del suelo. Hice algunas panorámicas de la zona de observación. Nos acompaña Ángel y uno de sus nietos: Alberto. El crepúsculo era sensacional por los colores y la nitidez así que preparé la cámara y comencé a hacer muchas fotos de siluetas. Paco decidió no montar el telescopio esta noche, tan solo los prismáticos 25x100 (Mr. Magoo), estaríamos con el Dobson toda la noche y aprovecharíamos el gran campo de los prismáticos para objetos extensos.
Con Magoo pudimos ver a la puesta de sol varias familias de ciervos comiendo en la ladera de la montaña. Algunas se recortaban muy bien contra el perfil del cielo.
Durante la noche Fernando tuvo problemas con el telescopio: falló el regulador de 8,1 voltios que alimenta la Canon 350 y no pudo hacer nada. Pasó toda la noche luchando por averiguar dónde estaba el problema y finalmente descubrió que fue esta pieza. La verdad es que la noche se nos hizo cortísima, enseguida amaneció y todo el tiempo estuvimos escuchando la fuente de agua de la entrada del pueblo, como única música natural. Nosotros observamos muchísimos objetos, Fer estaba tan fastidiado el pobre que aunque le invitamos a que viniera a mirar unas cuantas veces no podía con su malestar, decía: ¡no quiero mirar nada, estoy muy cabreado! Pero la verdad es que en su voz se le notaba frustrado y dicho así por escrito parece otra cosa, lo dijo con un tono más apenado que otra cosa. Aunque luego nos reímos mucho ¡¡si que debías estar mosqueado!! Para no querer desconectar y darle vueltas al tema. Eso sí, el tesón dio sus frutos y descubrió lo que había fallado. Al día siguiente Ángel le salvaría la vida con un aparato… como dijo Fer, ¿hay algo que este hombre no tenga? Jajajaja La segunda noche todo fue a las mil maravillas.
Sobre lo que observamos en visual he pensado dedicarle un apartado especial al final de esta crónica y como fueron dos noches las pondré seguidas para no mezclar. Lo que si puedo comentar así por encima es que la noche fue espléndida y vimos múltiples estrellas fugaces. Al amanecer salió una finísima luna menguante muy cerca de las Hyades. La Osa Mayor estaba tumbada completamente sobre el horizonte norte, y como se veía una capa de atmósfera densa sobre Baza daba la sensación de que la Osa se estaba bañando en esa franja morada. El amanecer siempre me produce emociones únicas, el color, el frescor… la sensación de un nuevo día, de claridad. El cielo tiene un brillo y una transparencia única que solo al amanecer se ve. Me quedé extasiada contemplándolo. La llegada de la luz tras la oscuridad tiene algo de ancestral.
Recogimos con la luz del día, muy agotados pero llenos de emociones por las maravillas que habíamos contemplado. Me despido de las últimas luces tenues de la noche… se apagan las rezagadas estrellas hasta que el último destello, Júpiter, nos dice ¡hasta mañana!
Ha sido todo muy intenso, tras guardar de nuevo los telescopios volvimos a la casa caminando torpemente pero divertidos, es lo que tiene hacer “salto de estrella” que mantienes muchas veces los músculos en tensión mientras compruebas del buscador al mapa, y luego de vuelta al buscador, luego al ocular, no es para el otro lado. Y así hasta que vas localizando el camino, las alineaciones de estrellas…
Ayer además de las fotos de ambiente a la puesta de sol también aproveché para hacer fotos con el Samyang (Ojo de Pez) de la bóveda celeste. Es un espectáculo ver toda la Vía Láctea cruzando el cielo en la foto, tengo que revisarlas bien para ver qué tal han salido, me encantan las de ambiente con algunas luces rojas junto a los telescopios. Hoy revisando la cámara me he dado cuenta que andamos ya escasos de batería, y aunque buscamos el cargador no apareció (después lo encontramos en la guantera del coche durante el viaje de vuelta, pero no lo sabíamos, es lo que tienen estas cosas).
Procuré no gastar lo que quedaba para poder hacer algunas fotos más del cielo por la noche.
Por la mañana estaba tan agotada que no me di cuenta de que Fernando ya se había levantado; Cuando bajé al salón no había nadie. Pensé: “habrán salido a la calle”, fui a buscarlos pero no los encontraba, así que seguí subiendo por la calle hasta la casa de Ángel y entonces escuché sus voces.
Fernando acababa de encontrar una solución al problema de anoche gracias a un gadget de Ángel, y volvemos a casa para hacer la comida. Fer va más feliz que un niño con zapatos nuevos, cómo le ha cambiado el ánimo, está contentísimo porque sabe que ahora va a fotografiar por la noche. En la casa Fernando se pone manos a la obra y repara el equipo en un santiamén. Ahora si…
Nos ponemos con la comida, el chef Paco nos prepara unos langostinos (como se había levantado el primero los había cocido temprano), cebolla con queso fundido y conejo.
Mientras los olores de la comida nos hacen salivar arranco el Sky para comprobar el campo de un grupo galaxias de Arp que había estado observando la noche anterior. Comprobé que efectivamente era el campo y que había podido confirmar parte de sus componentes… ¡qué alegría!. Y eso que el cielo ayer aún estaba algo blanquecino, hoy es azul intenso, solo de pensar lo que nos espera esta segunda noche estoy nerviosa.
Ayer estuve todo el día con las gafas de sol puestas para preservar las retinas y lo noté mucho, hoy he procurado tenerlas también todo el tiempo para que mis ojos estén lo mejor adaptados posible.
Lo malo de esto es que por la noche, si tengo bien adaptada la vista, cualquier pequeña luz por roja que sea me deslumbra, mi
frontal evito usarla porque me deja sin visión durante un rato. Me limito al “endemoniado” que es débil y es con la que mejor me apaño.
Tras la comida una siesta para descansar, pero no podíamos hacerla muy larga porque ya no nos quedaba mucho tiempo para montar los equipos.
Subimos de nuevo a las plataformas de observación y esta vez Paco sí montó su telescopio “Magda”.
Aprovechamos para hacernos algunas fotos con la familia y esperamos el crepúsculo, los colores eran espectaculares.
Aunque quedaba poca batería pude hacer algunas fotos de gran campo con el Samyang al comienzo de la noche, a media noche y al amanecer, en todo este tiempo se puede apreciar cómo la Vía Láctea ha ido girando hacia el oeste y cómo Júpiter hace presencia por el este. Como curiosidad la Vía Láctea comenzó a verse mucho antes de que fuera de noche, durante el crepúsculo ya eran perfectamente visibles los caminos oscuros y las regiones claras de la zona de Cisne, Águila, y Sagitario.
Paco estuvo liado con su montura, durante el alineado y la puesta en estación ésta parecía tener vida propia, le escuchaba decir: “mírala, hace lo que quiere” le digo que vaya a tal estrella y se pira para el otro lado. Pero al final después de varios intentos consiguió hacerla entrar en razón y pasamos la noche observando multitud de objetos con ambos equipos. Como ya comenté a esta parte de la crónica le haré después un apartado especial.
Pasamos la noche viendo cantidad de meteoros importantes y pensando que quizá con el cansancio de la noche anterior lo mismo no aguantamos la segunda (sobre todo pensando que al día siguiente nos volveríamos de viaje) pero no fue así… cuando nos quisimos dar cuenta nos sorprendió el amanecer una vez más. ¡Cuánto vicio! ¿Cómo podíamos estar tan enganchados a los telescopios? Teníamos además una enorme piedra sujetando la lona y toda la noche soltábamos un “mecachis” cuando nos tropezábamos con ella porque siempre aparecía en la zona donde más molestaba. Pero era poner el ojo en el ocular… y nos olvidábamos de ella. “¡Mira por aquí, a ver si ves lo mismo que yo!” repetíamos muchas veces. O “¡ya lo tengo!... aquí está!” Qué noche más emocionante. Vimos en general muchos objetos conocidos pero como probamos diferentes oculares fuimos metiendo aumentos hasta ver cosas nunca antes vistas, quizá porque pensábamos que no se podrían usar tantos aumentos. Desde hace tiempo supe que los límites debíamos averiguarlos cada noche, así con cada objeto uno puede descubrir sorpresas en función de las variantes: calidad del cielo, telescopio, objeto y ocular. Lo mejor es no limitarnos a mirar con un par de oculares sino ir subiendo los aumentos hasta alcanzar el límite para ese objeto en concreto. Yo he disfrutado mucho haciéndolo y descubriendo alineaciones en regiones oscuras… donde nunca hubiera imaginado ver cosas. Como adelanto os diré que hicimos un viaje al “Centro del Cúmulo M13”… y aun tengo en la retina las sorpresas que allí encontramos. Fernando estuvo haciendo fotos toda la noche, en esta ocasión todo funcionó de maravilla con el aparato improvisado que le prestó Ángel (un regulador variable). Le escuchábamos de vez en cuando muy alegre de ver que todo iba de maravilla, nos comunicábamos entre los dos “campamentos” para no apuntar con el láser durante la fase de alineación del telescopio de Paco. El nieto de Ángel, Alberto, estuvo acompañando a Fernando las dos noches aprendiendo con mucho interés (y la segunda noche hasta contaba chistes animando la velada), quizá pronto descubra que tiene una nueva afición… el tiempo nos lo dirá, desde luego cielo oscuro tiene para aburrir. La pena, cuando todo va tan bien es que la noche te sabe a poco, sobre todo en verano que la oscuridad dura tan poco. Cuando nos quisimos dar cuenta todos ya amanecía. Con la claridad del cielo dejé el telescopio a un lado para entregarme al placer de la contemplación del amanecer. ¡Qué fascinante momento!... la Osa volvía a darse su baño en el septentrión; Júpiter, como un poderoso faro avisando de la llegada del Sol, fue el último en apagar su luz. Y con él despedimos la noche.
Guardamos todo en los coches, esta vez colocándolo de nuevo ya para el viaje de vuelta. De camino a la casa sentía pena de que se acabara, los cielos estrellados, la paz y el silencio de la naturaleza… aunque estaba manteniendo las fuerzas para llegar a la cama y caer como un saco de patatas…
Tras tirar la basura y tomar un desayuno reconfortante nos subimos a dormir como lirones a eso de las 8:30 aproximadamente. Habíamos previsto levantarnos a las 11:00 para terminar de recoger las cosas y salir sobre las 12:00 de vuelta cada uno a su casa.
Cuando sonó el despertador fue como un dolor en lo más profundo, nos costó movernos pero comenzamos a hacer la maleta. Tras empaquetar todo en el coche fuimos a despedirnos de Ángel y su familia, son unas gentes maravillosas, ojala pronto volvamos a verles y a vivir de nuevo la experiencia de los cielos de la zona. Y si puede ser en otra ocasión probar incluso más altos aún, a los 2000 metros.
Nos ponemos en ruta, esta vez no atajamos por las montañas de Quesada y Pozo Alcón, sino que probamos por autovía. La verdad es que llegamos reventados, pero el cansancio no podrá borrar de nuestros corazones la experiencia vivida y mucho menos las imágenes grabadas en nuestras retinas, tanto de día como de noche… que durarán para siempre.