(Después de la crónica hemos incluido fotografías que ilustran este día)
Ocho años añorando la sombra de la Luna...
De todas las experiencias astronómicas que me apasionan los eclipses totales de Sol son algo único, rompen moldes y hacen que me salte la tapa de los sesos por decir algo...
Es una explosión de emociones única, tan breve, que consigue unir en ovación sonora a todos los locos que se encuentra en su paso. Conectados por el corazón y las sensaciones compartidas, con la
piel de gallina, uno cae al suelo abatido por un llanto atragantado por la sonrisa loca y la sacudida interior. Sigue pareciendome extraordinario, tan emocionante como el primer día, y volvería a
repetir una y mil veces... pero esto depende de que la economía me lo permita. Si no, siempre puedo esperar a que pase por encima de mi casa, bueno, no... no puedo. Ahora que los conozco no
puedo. Ya empiezo a ahorrar para el siguiente.
El caso es que llevaba ocho años sin poder ver uno, el primero fue en agosto de 1999 en Hungría, ese primer eclipse nunca lo olvidaré pues no sabía lo que me encontraría... Ese día comprendí que
hubiera tantas personas que los siguieran por todo el mundo; desde el mismo momento que se acaba siempre se escucha en algún rincón: ¿para cuando será el próximo? Te cambia la vida.
Así llegó del de Turquía en marzo de 2006, China en 2009 y desde entonces no había vuelto a ver otro, el tiempo transcurría a toda velocidad... Muchas cosas han pasado desde entonces y sentía una
alarma interior que me decía que no lo dejara más... como el indicador de combustible bajo mínimo necesitaba repostar con urgencia.
Hace tres o cuatro años nos planteamos si quizá para este de América podríamos aventurarnos, no estaba claro pero de alguna manera un botón se quedó encendido en mi interior. Quizá sí fuera el momento, además el día para mi sería muy señalado ya que marcaría mi cuadragésima tercera vuelta alrededor del Sol... tenia que ser una señal.
“Si vamos, podríamos hacer ya de paso una ruta por los observatorios del oeste que nos pillen a mano...” Creo que no necesitábamos muchos más motivos para autoconvencernos... bueno, por si acaso
seguimos automotivándonos y al final se convirtió en una realidad.
Varias semanas después ya tenía planificada una ruta donde veríamos todo lo que nos pillara a tiro, la temática: astronomía y astronáutica como hilo conductor y alguna que otra maravilla natural
de paso. Todo ello giraría alrededor del eclipse total del 21 de agosto. Suelen decir que lo mejor es dejar el eclipse para lo último por eso de que si se nubla no te arruine el ánimo para el
resto pero nosotros no pudimos hacerlo así y tuvimos que programarlo al principio. La idea era pasar quince días con una mochila y una única maleta de mano para evitar facturar ya que haríamos
muchos saltos de avión. Ha resultado de lo más práctico y cómodo, ya que pasabas muchas horas de ruta y visitando sitios, no necesitábamos lucir palmito todos los días así que con lo básico
fenomenal.
Esta crónica quiero centrarla en la experiencia de la observación del eclipse por lo que ya escribiré la cantidad de aventuras y momentos sorprendentes que nos han pasado, eso si, comenzó de la peor de las maneras y solo podíamos decir “¡que sea esto lo único malo que nos pase por favor!” Un retraso de vuelo que nos podría arruinar la llegada al destino (después de tres trasbordos). Al final todo salió bien aunque llegamos con horas de retraso y el susto en el cuerpo.
Como habíamos decidido visitar la Torre del Diablo el día anterior al eclipse amanecimos como a tres horas de distancia (jolín con las distancias y las millas...) así que a las seis de la madrugada pillamos el coche de vuelta para la zona prevista que era Casper, en Wyoming.
A mitad de camino los carteles luminosos enviaban mensajes a los conductores: “Turn on the lights during the eclipse”... alguno se llevaría una sorpresa en mitad de la nada porque eran extensiones secas hasta donde alcanzaba la vista. Sabías que acababas de entrar en la franja de la totalidad por la cantidad de coches parados en los arcenes con hamacas, trípodes y telescopios que se veían al paso. Miramos la hora y vimos que llegaríamos muy justos a la ciudad y por evitar las luces artificiales optamos por parar antes de llegar. Encontramos un área llamada Ayres Natural Bridge Park, un parque muy verde del condado de Converse, entre Douglas y Casper y decidimos parar allí. Todo parecía muy normal hasta que vimos el coche del Sheriff de Converse... glupsss nada más pasar con el coche colocaron una barrera con un cartel que decía “el aparcamiento está completo”.
Entramos de milagro, si no nos hubiera tocado quedarnos en el arcén de la autovía; no era posible parar en cualquier sitio, todo estaba vallado o era privado. Pues adelante, allá vamos. Lo cierto es que teníamos que haberlo intuido, que estaría hasta arriba de gente, pero mejor aquí que debajo de una farola así que fue una suerte poder pasar. A la entrada del camping estaba el Sheriff dando explicaciones que el área estaba lleno y que teníamos tres opciones, o quedarnos junto al camino en el coche, o aparcar y entrar andando o esperar a que alguien decidiera irse para entrar, como que a alguien se le va a ocurrir la genial idea de marcharse a escasas horas de un eclipse total... Así que optamos por lo segundo y pillamos la cámara y accesorios de dibujo, las mantas, el picnic y nos adentramos. Queríamos estar en una zona alta pero el señor Sheriff nos dijo que fuera del camino no podíamos estar porque era “privado” y nos plantamos junto al camino. No importó mucho la verdad, ya que no pasó ningún coche y casi ninguna persona, eso si, alguno esperó a que se fueran para saltarse la advertencia. Yo ya estaba muy nerviosa y solo pensaba en la cuenta atrás.
Con todo colocado comenzamos a observar con las gafas de eclipse y hacer algunas fotos, nos íbamos a visitar a los vecinos que teníamos (alemanes y holandeses creo recordar) que estaban en
familia y tenían un telescopio. Era alucinante ver cómo el limbo lunar avanzaba y se “comía” las manchas que tenía el disco del Sol. Nos preparamos un aperitivo y picamos un poco, en esos
momentos no sabes si lo que tienes es hambre o nervios, en cualquier caso servía para calmarnos de lo que venía.
Preparé la carpeta con la hoja en negro y comencé los previos del dibujo, en la oscuridad del eclipse no vería mucho así que marqué el círculo de la Luna a grafito y con un pequeño algodón comencé a crear el resplandor base de la corona solar, un halo tenue sobre el que marcaría con lápiz pastel blanco los detalles de la corona. Este resplandor me ayudaría a tener una referencia de los límites de la Luna así podría añadir en directo todos los detalles observados durante la totalidad. En mi cabeza no cabía nada más, era un manojo de nervios y preguntas ¿Será una corona uniforme? ¿mostrará las líneas del campo magnético? ¿qué aspecto destacará?... y el subidón del estómago en aumento. La cuenta atrás comienza y nada va a evitar que ocurra (salvo que nos caiga un meteorito) el cielo está raso y tan cristalino que el azul embotaba los sentidos.
Entonces ocurrió, los avisos de que era inminente comenzaron a llegar. La temperatura empezó a disminuir suavemente y ese extraño y hermoso fenómeno de la luz lo empezó a alterar todo. Primero las sombras, se vuelven nítidas y afiladas, y la luz adquiere un brillo especial, intenso, no sabría describirlo. Nuestras figuras en el suelo parecían recortadas con un bisturí, y poco a poco los colores empezaban a tomar intensidad. Los rojos más vivos, los verdes intensos y el azul... cuando mirabas el cielo el azul no era el mismo... Tenía una profundidad inquietante, sabías que era el cielo azul pero no se veía normal, había como un velo, una sombra que lo “apagaba”... lo ensombrecía como si se estuvieran poniendo un filtro. Los ojos percibían ese estado confuso y parecía que estaba en tus propios ojos, como una catarata temporal de humo... y era más intenso hacia la zona del cielo donde venía la noche lunar.
Entonces todo se aceleró, como en una montaña rusa, a más... y no sabías a donde mirar, todo se alteraba a tu alrededor: la temperatura se desplomaba y comenzabas a temblar (también de emoción) los colores adquirían su máxima intensidad y las sombras resultaban tenebrosamente hermosas. Girabas la cabeza a todas partes notando que el cambio se aceleraba y mientras te sorprendías mirando a un lado te girabas a otro y todo cambiaba... y mirabas al cielo y decías ¡dios mio, ya viene! Esa sensación de tener un extraño filtro en los ojos, todo comenzaba a tener un resplandor plateado tanto en el cielo como en la tierra... y volvías a mirar alrededor y sentías que llegaba la noche, una noche veloz y apresurada. Con las gafas de eclipse te dabas cuenta de que tan solo quedaba un fino creciente solar por ocultarse y te las quitabas para no perder detalles a tu alrededor... se acelera, todo cambia a una velocidad que da vértigo, eso sumado a las voces emocionadas de todos los que comenzamos a sentir que quedan los últimos segundos antes de la noche lunar... el eclipse es inminente.
La luz que se escapaba alrededor de la Luna apagó nuestro entorno hasta el punto de sentir que en lugar de un sol lo que nos alumbraba era la mágica luz de una vela de plata y oro. Tu cerebro
comienza a cortocircuitarse. Entras en shock. Te quitas las gafas y comienzas a ver la Luna “negra” como una esfera de obsidiana delante del Sol que ya ha desaparecido, profunda como un inmenso
agujero en el cielo. Los latidos de tu corazón se desbordan, no cabe el aire en tus pulmones y la magia lo inunda todo, entonces te sientes arrebatado del suelo.
...Tres, dos, uno... un fogonazo en el cielo sucede en segundos y el Sol desaparece. En su lugar aparece un gran ojo negro en cielo, te mira desde lo alto, insondable, recortado contra un cielo
azul marino con estrellas y entonces gritas...
Aquí comienza la locura, describir lo que sucede en estos momentos es algo imposible, no hay vocabulario suficiente que llegue a ser fiel a lo que ves y sientes durante un eclipse total. La fuerte carga emocional te desborda, es sobrenatural, tu cerebro no puede concebir tanta belleza y tus exclamaciones solo quieres que lleguen tan alto como la Luna. No es algo de este mundo, piensas, me he ido a otro planeta y el Universo me habla. Cuando te quieres dar cuenta hay lágrimas en tus ojos pero de éxtasis y emoción, de felicidad pura por este regalo tan increíblemente hermoso. Lo siento si puedo parecer muy cursi pero es lo que realmente me produce, belleza, sensibilidad, es como desnudar el firmamento, un momento privilegiado poder estar bajo la sombra de nuestro satélite y contemplar semejante espectáculo.
El anillo de diamante llega en un destello final, la Luna se pone delante del Sol y éste se arrodilla a sus pies para dejarse querer con un apasionado beso, entonces es cuando todos nosotros, mortales, perdemos el sentido al verlos completamente unidos. Es el momento mas esperado, gritos de emoción mientras todos contemplamos extasiados al gran ojo negro en el cielo, te atrapa haciendo que pongas los tuyos como platos.
“I am the eye in the sky, looking at you... I can read your mind”... pues aquí me tienes, entregada en cuerpo y alma. No puedo pedir más en este momento, colapso.
Te recompones un poco y miras a su alrededor, la corona solar empieza a encenderse, a ganar tamaño y con los segundos te das cuenta de que se va perfilando. Como una hermosa figura que suelta su cabellera al viento, los filamentos de la corona parecen tallados en plata. Delicados y sinuosos, se alargan delatando las intensas líneas del campo magnético, tomé la carpeta entre mis manos temblorosas y comencé a dibujar.
Cada traza que marcaba iba acompañada de una exclamación, la respiración intensa era para oxigenar mis sentidos y volvía a exhalar emociones y suspiros. Dios, dios... buaaaaaaajjj! aaaaaaaaaHHH, oh jod...!!! Miraaa!!! Allíiii, allí... ¡mira! ¡la corona! Qué filamentos!!! Llegan hasta allí arriba!!! ..... y así sin parar de decir palabras que no recuerdo que dijera se pasaron los dos minutos largos que duró antes de que volviera el segundo fogonazo y con él la luz del día. Alguien hablaba por mi, no recuerdo tener el control de mis palabras... no era yo, bueno, si lo era pero era como si me hubiera desdoblado y pudiera estar fuera y dentro de mi a la vez. Es algo que no puedo expresar. Aun hoy, recordando aquel momento para poder escribir esta crónica se me acelera el corazón, y, lo reconozco, los eclipses totales son como una droga y soy adicta a ellos. Ya necesito el siguiente.
Con el dibujo entre mis manos a la altura de la cara mientras miraba al cielo con el cuello en un ángulo que parecía para lanzar cohetes, la mano derecha trazaba líneas y borrones de diferente intensidad en la base de la corona que había difuminado anteriormente. Fue cambiando pasado el primer minuto y con unos trazos rápidos di por concluido el dibujo. El resto del tiempo fue para mirar y absorber como una esponja por los ojos y la piel para después completar más detalles en el dibujo.
Las protuberancias ardían en el limbo lunar, pensaba: “qué magnífico fuego solar ardiendo entra las montañas de la Luna”. ¡Toda ella era un regalo para el alma! a pesar de que precisamente a la Luna no la veíamos. Los planetas reclamaban su tiempo, pero no podían competir con la pasión que había en el cielo, el abrazo de la Luna al Sol era demasiado para mi. Y la cuenta atrás comenzó para los amantes, el segundo anillo de diamante dio fin a la pasión cegándonos poco después a todos los mortales que hipnotizados nos encontrábamos en el camino de su sombra. La luz lo inundó todo, el calor nos despertó de golpe y la magia dio paso a la vida real. Se hizo de nuevo de día.
Los minutos que siguieron fueron de pleno júbilo, nos abrazamos todos mientras reíamos como locos; miramos al cielo y con una inspiración profunda y plena sonreíamos al cielo dando gracias por este extraordinario baño de luna. Sacamos unas cervezas que guardábamos para celebrar el momento y brindamos por el eclipse.
Después seguimos observando la parcialidad y proyectamos la cartulina con el pinhole, pocos minutos después me preparé para completar el dibujo del eclipse. Tumbada en la manta tomé los lápices de creta y carbón y traté de recordar cómo había visto la corona.
Han pasado ya más de dos semanas desde entonces y me parece un hermoso sueño, una experiencia que me reafirma que un eclipse de Sol sigue siendo algo extraordinario para mi. Y para qué engañarme, ha sido el mejor cumpleaños de mi vida. Pero la aventura no acababa con el eclipse, después tomamos un avión para viajar a Los Ángeles y comenzar con la segunda etapa de la aventura americana. La ruta por lo míticos observatorios astronómicos estaba a punto de comenzar: Monte Wilson, Gran Cañón y los cielos de Flagstaff, Meteor Crater, USGS Astrogeology Science Center, Observatorio Lowell, Kitt Peak y Monte Palomar... si pensaba que el eclipse marcaría la máxima intensidad de emociones la verdad es que no podía imaginar lo que viviría después.
Fue algo diferente pero también intenso y brutal... Pero estas aventuras serán contadas en otra ocasión, además olvidaba que después visitamos el Griffith en Los Ángeles y su California Science Center donde tienen el Endeavour... uf! si es que ha sido demasiado para el cuerpo, las experiencias han sido tan numerosas que me llevará tiempo describir todo lo vivido. Destacaré un momento muy especial para mi en el que me temblaron las piernas cuando pude ver ante mis ojos los cuadernos de dibujo de Percival Lowell. Sus observaciones y dibujos de Marte y los canales que observó con el telescopio Clark casi me hacen llorar, y no lo hice porque me miraba mucha gente. Unos minutos después pude observar con ese mismo telescopio el planeta Saturno... no me quedan palabras para describir más emociones, solo puedo decir que ha sido grandiosa la experiencia, y me quedo muy corta.
Después de varios días de astro-ruta a nuestra bola finalizamos la odisea con un último salto a Florida para disfrutar del Atlantis y Saturno V en el KSC, después regresamos a casa. Aún el jet- lag me tiene trastocada pero, como dice mi abuelita, que “te quiten lo bailao hija”.
Ya estamos de nuevo con la mente en el próximo eclipse, aún no se cuándo o cuál será pero será... y espero que no esperemos esta vez tantos años.